Machelet
A uno se le ocurre que la presidenta Bachelet tiene que haber sido tan matea, tan buena alumna. Fue estudiante de medicina en Chile y terminó la carrera en Alemania, donde además tuvo que aprender alemán.
El ramo que parece que se está echando sin apelación la presidenta es el de la percepción de los chilenos y chilenas, como le gusta decir a ella. Una nueva encuesta de Adimark la tiene en el nivel más bajo de aprobación de sus 19 meses de gobierno.
A los presidentes les gusta decir que gobernar no es un concurso de popularidad, pero no hay que creerles tanto, porque tampoco se trata de ser impopular. Qué podemos decirle de nuevo a la presidenta, cuando ya le hemos dicho de todo, cuando le hemos dado todo consejo concebible para que remonte su incómoda situación.
Lo único que queda es que juegue a la mina dura, que parece que a esas les va bien, como a Margaret Thatcher, la Quintrala y Raquel Argandoña, que en realidad no son la misma persona, como suele creer la gente.
Tiene que hacer cosas de señora autoritaria. Llevarse presos a los malabaristas y acróbatas que actúan en los semáforos, privatizar Fonasa y Codelco, encarcelar a tres opositores al azar, vender todos los trenes de EFE a la empresa de ferrocarriles del estado iraní, construir una planta de energía nuclear al lado de una sede de la Teletón.
Incluso, debería ponerse un nombre más duro, más atemorizante. Ser conocida, de aquí en adelante, como Michele Machelet.
El ramo que parece que se está echando sin apelación la presidenta es el de la percepción de los chilenos y chilenas, como le gusta decir a ella. Una nueva encuesta de Adimark la tiene en el nivel más bajo de aprobación de sus 19 meses de gobierno.
A los presidentes les gusta decir que gobernar no es un concurso de popularidad, pero no hay que creerles tanto, porque tampoco se trata de ser impopular. Qué podemos decirle de nuevo a la presidenta, cuando ya le hemos dicho de todo, cuando le hemos dado todo consejo concebible para que remonte su incómoda situación.
Lo único que queda es que juegue a la mina dura, que parece que a esas les va bien, como a Margaret Thatcher, la Quintrala y Raquel Argandoña, que en realidad no son la misma persona, como suele creer la gente.
Tiene que hacer cosas de señora autoritaria. Llevarse presos a los malabaristas y acróbatas que actúan en los semáforos, privatizar Fonasa y Codelco, encarcelar a tres opositores al azar, vender todos los trenes de EFE a la empresa de ferrocarriles del estado iraní, construir una planta de energía nuclear al lado de una sede de la Teletón.
Incluso, debería ponerse un nombre más duro, más atemorizante. Ser conocida, de aquí en adelante, como Michele Machelet.
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