Reconversiones

Cada vez que cruzo una calle y aprieto ell botón para que los semáforos te den la verde peatonal, me siento tan ingenuo como la gente que creyó en el negocio de los quesitos o la que pensó que el gabinete de la presidenta sí iba a funcionar.

Cada vez que me pasa eso, recuerdo otras grandes innovaciones con las que al final no pasó nada, como el cobrador humano, el GPS de Transantiago, JC Penney, Muricy y Carrefour. Algunos tendrán el vago recuerdo de unos aparatos que medían la contaminación acústica en la plaza Italia.

Otros inventos funan gracias al ingenio del chileno. Alguien descubrió que a los radares que controlaban la velocidad de las carreteras en los autos se les burlaba fácilmente con un CD colgando en el parabrisas. Ahí hay todo un campo para que la industria discográfica salga del atolladero en que se encuentra. Tal vez se descubre que los discos de Metallica burlan a los tag y los de Elvis a las cámaras de vigilancia. Sería todo un hit.

Es que hay que reconvertirse o perecer, como decía Darwin, el marido de “La hechizada”. Tal como el caballero Iturriaga Neumann trató de reconvertirse de desaparecedor en desaparecido, aunque no haya podido, porque tuvo más suerte que la gente que hizo desaparecer y finalmente lo encontraron.

Hay más gente que necesita reconvertirse. Los agricultores, por ejemplo, con esto de las heladas podían hacer pistas de patinaje sobre hielo para paliar las pérdidas. Bueno, también podrían vender hielo, que escasea tanto de jueves a sábado como a las dos de la mañana. Y claro, finalmente podrían aprovechar de tener fruta congelada para todo el año.