Wednesday, June 13, 2007

Vendedores de paraguas

Hoy, por primera vez en mi vida, compré un paraguas en la calle. Siempre he soñado tener uno de esos con empuñadura fina, como de coral o marfil, amplio y largo. Pero la necesidad primó sobre el estilo y, a la salida del metro, el aguacero me hizo precipitarme sobre uno de los cinco vendedores que esperaban a los pasajeros desprovistos de un refugio para sus cabezas. Así que aquí estoy, con mi modelo de bolsillo, como me dijo la vendedora, con empuñadura de plástico plana y surcos dorados de adorno. Por lo menos, no ocupa tanto espacio.

Necesitar paraguas es un síntoma del viejazo, quizás. No hay como enfrentar la lluvia a cabeza descubierta, sin miedo a perder la formalidad ni a la pulmonía. La lluvia separa a los automáticamente a los ciudadanos libres y despreocupados de aquellos que tenemos que mantener la dignidad y la gracia en medio de una existencia de obligaciones como no resfriarse para seguir ni estropear la ropa con el agua para llegar presentable a la siguiente reunión de la jornada.

También, claro, la lluvia traza de una la frontera entre lo que la disfrutan y la sufren. Entre lo que sacan el auto en un día sin restricción y los que hacen fila bajo los techos inexistentes de los paraderos de Transantiago. La lluvia y la nieve, las precipitaciones en general, son más clasistas que el sol.

¿De dónde salen los vendedores de paraguas, a todo esto? Siempre ha sido un enigma saber cómo funciona esa red comercial. Quizás sean los mismos que venden discos piratas y adaptan su giro según el clima. Claro que cuando llueve, los carabineros no los corren como cuando venden a Isabel Allende y Don Omar en las veredas. Por otra parte, la gente que maneja esta red de comercio podría dictar unos cuantos MBA’s con mención en logística y canales de distribución. Cae una gota y todos los vendedores ya están con todo el stock en la calle.

Ellos podrían enseñar cómo satisfacer la demanda por buses. Habría que dejar de perseguirlos y darles pega en algún ministerio del área económica. Son los verdaderos expertos en libre mercado. La escuela de Chicago y Milton Friedman no son nada al lado de nuestros verdaderos gurús del capitalismo, los vendedores de paraguas.

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