Tuesday, June 12, 2007

Reunión de apoderados

Hay cosas tétricas que no conviene evitar en la vida, por más que uno quiera: Pagar impuestos, ir al dentista y la reunión de apoderados.

Cuando uno pensaba que por fin no tenía que volver a una sala en su vida, ahí está instalado, después de la pega, con más problemas que gerente ambiental de Celco y muriéndose de frío en una silla para cabros chicos que no soporta dos glúteos adultos a la vez.

Mientras uno los equilibra para evitar la pérdida de sensibilidad en la zona o un calambre, la profe o el profe se explaya sobre minucias metodológicas del modelo pedagógico del colegio y uno hace como que escucha a la espera del único momento que vale la pena, que nombren al cabro chico de uno y digan lo inteligente y adorable que es.

Pero no, nada de eso llega.

Otros papás y mamás parecen más interesados e incluso hacen preguntas. Deben ser los progenitores de los mateos que se sientan adelante y subrayan con rojo. Algunos extraviados llegan al extremo de proponerse como delegados. El tiempo pasa. Lo único que podría aliviar la situación es un copete o un cigarro, pero con suerte hay queque y bebidas con tartrazina y colorantes suficientes para que Marco Evaristti tiña unas cinco veces más el Mont Blanc.

Al final, te entregan un informe y listo, para la casa después de hora y media en que nadie nombró a tu cabro chico. Tampoco mencionaron a los de otros papás, pero es que no son tan buenos como el de uno. Aunque el informe no diga precisamente eso.

El colegio nunca queda atrás. Es una maldición que siempre vuelve a cobrar venganza.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home