Tuesday, May 08, 2007

Un metro de encaje negro

El metro se está quedando corto. Corto de trenes, corto de espacio y ahora corto de plata, con la tajada que le están sacando para ir en socorro de los buses, que por muy articulados que sean algunos, igual se están desarticulando con tanta gente que no paga el pasaje.

En otras condiciones, sería ultra condenable no pagar el viaje en bus, pero así como está la cosa, nade puede culpar a la gente por querer subirse rápido a lo primero que pase. Además que cobrar por el servicio que se está prestando ya es un poco cara de nalga. Y de última, a nadie se le alumbró para poner torniquetes que aseguraran el pago de cada pasajero.

Y ahí sigue atestado el metro. Nadie pesca los televisores ni lee los anuncios de las actividades culturales. Los monos de Benmayor en Baquedano, las impresiones de la ciudad de Enrique Zamudio en Pedro de Valdivia, los cuadros hiperrealistas de Guillermo Muñoz en República, los azulejos del portugués Riveiro en Santa Lucía.

Ahora, el tren subterráneo es sólo un mar de hombros y cabezas, es difícil ver incluso los propios trenes entre la multitud. Antes, viajar en metro era como una suspensión del tiempo. Uno podía deambular un poco por la estación y pasar un instante en otra parte. Era un desvío antes de que el viaje empezara. Una cosa medio metafísica difícil de explicar, pero que cualquiera podía experimentar.

Como que pasa lo típico, valorar algo sólo cuando se ha perdido. De verdad que el metro era muy pro. Lo bueno es que hay gente trabajando para que vuelva a serlo. Ojalá les vaya bien y no nos quedemos sólo con un metro de encaje negro.

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