Al límite

Nuevamente estamos teniendo problemas con loslímites. Y no es que seamos un país desbocado y sin represiones, porque pese a Tunick y todos esos recuerdos ya tan lejanos, la realidad dista mucho de eso. Tenemos problemas con los límites geográficos con nuestros vecinos.

Los rollos con Bolivia y el mar nos acompañan desde siempre como música de fondo que de repente prorrumpe en un fortísimo de toda la orquesta o la parte del medio de una canción grunge típica. Cualquiera que haya hecho el casi ritual peregrinaje mochilero a Bolivia habrá notado que los mapas identifican la zona de Antofagasta como “territorio usurpado por Chile”.

La verdad es que es como para picarse, sobre todo ahora con el precio que ha agarrado el cobre. Si fuera boliviano, estaría completamente envenado viendo cómo los chilenos se forran vendiendo metal que alguna vez fue de mi país. Porque si Chile partiera de Copiapó hacia el Sur, tendríamos un fisco al borde del fiasco, con el cinturón mucho más apretado. Y adiós Alonso de Córdova, Louis Vuitton, La Dehesa, Audi, Hummer. Todo eso estaría en La Paz.

También está el tango, o más bien el valsecito, con Perú. De un tiempo a esta parte uno no sabe por qué están haciendo tantos ejercicios con algo que parece el teorema de Pitágoras en el mar. Crean unos triángulos y unas bisectrices que parecen pregunta de la Prueba de Aptitud, o sea, PSU (una vez más se estrella el carnet contra el suelo). Y reclaman algo muy enredado por el límite marítimo. Hoy aparecen diciendo que van a pedir la mediación de Estados Unidos, al rato después dicen que no.

Todo eso es por la costa ariqueña, que aparte del surf no debería tener más atractivo. Hay plata en lo de la harina de pescado parece, pero huele tan mal que es raro que los peruanos lo quieran tanto. Lo otro es la caspa del diablo ariqueña, pero esa no se da en el mar. Y bueno, tenemos que cumplir con recordar que la droga es un flagelo, un callejón sin salida, una mala costumbre que daña la memoria y otras cosas que no recordamos.

Por último, ahora un gracioso de Google Earth puso a Villa O’Higgins, en la vapuleada región de Aysén dentro de los límites argentinos. El hecho de que la localidad recibiera su nombre del prócer chileno no lo disuadió.

En fin, parece que donde hay límites, hay problemas. Incluso entre los vecinos de un barrio.

La cosa es que para evitarnos tanta alharaca con todo esto, deberíamos plebiscitar entre los chilenos qué queremos que realmente sea chileno y qué podemos negociar con los vecinos. Acá con los cabros no transamos la Fuente Alemana, La Batuta, el Santuario de la Naturaleza, el muelle Barón y el pilucho del Estadio Nacional. Es que siempre vamos a necesitar un lugar donde encontrarnos.