Wednesday, April 25, 2007

Predicho y hecho

Sigue la polémica por los instructivos de Aysén y el desastre natural en la zona. La intendencia respectiva está cuestionada por haber hecho circular públicamente un documento de seguridad donde se descartaba un terremoto y se desechaba la posibilidad de muertes.

Mientras tanto, nadie parece ponerse de acuerdo sobre lo que hubo en el sur: se habla de tsunami, maremoto, terremoto, enjambre sísmico, erupción volcánica. Si la cosa sigue así, pronto van a aparecer teorías sobre la caía de un meteorito, la venganza de los alacalufes o una fuga de gas en la ciudad de los Césares.

En los canales de televisión repiten y repiten las imágenes del puente colgante ondulando porque como esto pasó en un lugar tan olvidado por todos, claro que no iba a haber cámaras captando lo que sucedía en distintos puntos. Así que esa réplica del Golden Gate es el equivalente al mini cayendo al río en las inundaciones santiaguinas del ’82.

Claro que nadie ha acusado a los canales de poco previsores por no haberse ido a instalar con los móviles de los matinales a los fiordos de Aysén. Si estaba tan claro que la autoridad, incluyendo a la señora permanentemente afónica de la Onemi, tenía todo para saber lo que iba a pasar, por qué entonces ellos no llevaron anticipadamente al lugar las parabólicas, las parkas con logo y los periodistas que van enfundados en ellas.

Se la farrearon. Y eso que este tipo de imprevistos son el sueño húmedo de los noticiarios, porque son generosos en monos, como le dicen en loa canales a las imágenes, tal como nos enseño Consuelo Saavedra hace poco. Son generosos en monos de desbordes, desgracias, destrucción y, por cierto, caras de gente pobre pasándolo realmente mal, que parece que es una receta infalible para el rating.

Pero bueno, decíamos que ellos también se lo andan farreando y ahora están supliendo la falta de impacto picándola fino en las notas posteriores, poniéndole harta banda sonora y, cada tanto, una vez más el puente oscilando como pitilla. Aunque, siendo honestos, no se les puede culpar. Como tampoco parece tan razonable cargarle tanto la mano a las autoridades. Si estas cosas siguen siendo bien impredecibles.

El único instructivo posible para estos casos sería: “Una catástrofe puede ocurrir en cualquier momento. Le deseamos suerte”. Bueno, bonito, breve y barato.

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