Más claro, echarle agua
Se nos acaba el agua en el mundo. Un grupo de científicos escandinavos trató hace poco de remediar el problema creando agua en polvo, pero desistieron cuando se dieron cuenta de que, para obtener agua líquida, había que agregar agua.
Tres cuartas partes del mundo son agua y el cuerpo humano tiene entre un 75 y un 60 por ciento de agua, según la edad. O sea, no es que el vital elemento escasee, lo que pasa es que entre el agua salada y las aguas turbias del planeta, es bien poca la que se puede llevar a los labios sin correr el peligro de contraer una cagadera funesta.
Esta escasez no se soluciona reemplazando el agua por frutas, copete, chela, café, agua mineral o bebidas light. Para todo eso, se necesita agua.
Así que la cosa se nos viene seca a futuro. Recuerdo esas calcomanías pícaras que se ponían en los vidrios traseros de los autos de los recién casados: “ahorre agua, báñese acompañado”. Lo que entonces era una audacia en un país mucho más cartucho que el de hoy, se ha convertido en una consigna de conciencia ecológica.
Porque, no sé si lo tenemos tan claro, hay dos cosas sin las cuales no podemos vivir y que no se obtienen a partir de otros elementos: el agua y el aire. Ninguno de los dos anda en muy buen estado por estos días, lo que además se debe en ambos casos al acabronamiento de potencias y megaempresas que no parecen no querer cachar que su abundancia de hoy es el desastre de mañana.
Tal vez mañana llegue un cometa y deje a la tierra carbonizada. El planeta tendrá su hora final cuando el sol, como le espera a toda estrella de su tamaño, se convierta en una supernova. O puede que todos sucumbamos bajo un bombardeo nuclear entre gringos, coreanos e iraníes.
Pero no nos podemos morir de sed. Sería tan tonto, cuando queda tanto para tomar.
Salud.
Ah, y aunque el panorama a futuro sea muy seco, no olvidemos bañarnos si nos vamos a meter al metro o a un viaje mágico y misterioso en un bus bicolor.
Tres cuartas partes del mundo son agua y el cuerpo humano tiene entre un 75 y un 60 por ciento de agua, según la edad. O sea, no es que el vital elemento escasee, lo que pasa es que entre el agua salada y las aguas turbias del planeta, es bien poca la que se puede llevar a los labios sin correr el peligro de contraer una cagadera funesta.
Esta escasez no se soluciona reemplazando el agua por frutas, copete, chela, café, agua mineral o bebidas light. Para todo eso, se necesita agua.
Así que la cosa se nos viene seca a futuro. Recuerdo esas calcomanías pícaras que se ponían en los vidrios traseros de los autos de los recién casados: “ahorre agua, báñese acompañado”. Lo que entonces era una audacia en un país mucho más cartucho que el de hoy, se ha convertido en una consigna de conciencia ecológica.
Porque, no sé si lo tenemos tan claro, hay dos cosas sin las cuales no podemos vivir y que no se obtienen a partir de otros elementos: el agua y el aire. Ninguno de los dos anda en muy buen estado por estos días, lo que además se debe en ambos casos al acabronamiento de potencias y megaempresas que no parecen no querer cachar que su abundancia de hoy es el desastre de mañana.
Tal vez mañana llegue un cometa y deje a la tierra carbonizada. El planeta tendrá su hora final cuando el sol, como le espera a toda estrella de su tamaño, se convierta en una supernova. O puede que todos sucumbamos bajo un bombardeo nuclear entre gringos, coreanos e iraníes.
Pero no nos podemos morir de sed. Sería tan tonto, cuando queda tanto para tomar.
Salud.
Ah, y aunque el panorama a futuro sea muy seco, no olvidemos bañarnos si nos vamos a meter al metro o a un viaje mágico y misterioso en un bus bicolor.
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