Mechoneos
Como si no tuviéramos suficientes problemas entre embotellamientos, conos naranja, estaciones de metro colapsadas, pago de patentes y un calor de la que lo parió, la ciudad es ahora presa de una plaga de adolescentes descalzos, pelo apelmazado, ropa rayada y, en el mejor de los casos, un pestilente aroma a vinagre.
Son los mechones.
Se te acercan en las esquinas pensando que algo hay de divertido en el triste y maloliente espectáculo de su inocente mendicidad. Como si fuese una gracia o una forma de carretear de día, te enfrentan con una sonrisa satisfecha y tonta, casi disfrutando el hecho de que tengan que pordiosear para recuperar sus zapatos, su ropa interior, sus documentos o lo que sea.
Alguien debería decirle a esos niños que todavía hay gente que no puede pagar las pocas proteínas que requiere un cerebro para llegar a una universidad, que ahora hay gente que no tiene micros y que, en fin, hay otros que realmente necesitan las monedas y muchos de ellos incluso te dan algo a cambio, un parche curita, un juego de agujas o por lo menos cantan algo.
Así que esto es para que los mechones lo entiendan: Que anden pidiendo plata en la calle no es gracioso, ni choro, ni buena onda, ni un rito iniciático con el que haya que solidarizar por que ahí, entre tomates podridos, cabezas de pescado, barro y vísceras de chancho, descanse el futuro de la nación.
Los mechones son una molestia. Y lo peor de todo es que ellos no tienen la culpa. Los que se tienen que llevar las pifias acá son los mechoneadores. La mala calidad de nuestra educación superior se evidencia en que, después del primer año de enseñanza universitaria os alumnos no se dan cuenta de que el mechoneo es una soberana tontera, un acto troglodita, con cero humor y cero creatividad, cuyo único fin es humillar a otros de la misma forma que lo humillaron a uno.
Entonces, hay dos explicaciones posible para que el mechoneo persista tal como lo conocemos. Para los universitarios la humillación es placentera, lo que es un problema si no se trata de una fantasía sexual, o no se dan cuenta de que para terminar con esta tonta cadena, alguien tiene que pararla en algún momento.
A la primera generación que lo haga se le debería premiar automáticamente con la beca Presidente de la República.
Son los mechones.
Se te acercan en las esquinas pensando que algo hay de divertido en el triste y maloliente espectáculo de su inocente mendicidad. Como si fuese una gracia o una forma de carretear de día, te enfrentan con una sonrisa satisfecha y tonta, casi disfrutando el hecho de que tengan que pordiosear para recuperar sus zapatos, su ropa interior, sus documentos o lo que sea.
Alguien debería decirle a esos niños que todavía hay gente que no puede pagar las pocas proteínas que requiere un cerebro para llegar a una universidad, que ahora hay gente que no tiene micros y que, en fin, hay otros que realmente necesitan las monedas y muchos de ellos incluso te dan algo a cambio, un parche curita, un juego de agujas o por lo menos cantan algo.
Así que esto es para que los mechones lo entiendan: Que anden pidiendo plata en la calle no es gracioso, ni choro, ni buena onda, ni un rito iniciático con el que haya que solidarizar por que ahí, entre tomates podridos, cabezas de pescado, barro y vísceras de chancho, descanse el futuro de la nación.
Los mechones son una molestia. Y lo peor de todo es que ellos no tienen la culpa. Los que se tienen que llevar las pifias acá son los mechoneadores. La mala calidad de nuestra educación superior se evidencia en que, después del primer año de enseñanza universitaria os alumnos no se dan cuenta de que el mechoneo es una soberana tontera, un acto troglodita, con cero humor y cero creatividad, cuyo único fin es humillar a otros de la misma forma que lo humillaron a uno.
Entonces, hay dos explicaciones posible para que el mechoneo persista tal como lo conocemos. Para los universitarios la humillación es placentera, lo que es un problema si no se trata de una fantasía sexual, o no se dan cuenta de que para terminar con esta tonta cadena, alguien tiene que pararla en algún momento.
A la primera generación que lo haga se le debería premiar automáticamente con la beca Presidente de la República.
2 Comments:
En la Católica me hicieron parir. Literalmente nos metieron a un hoyo con caca. Fue lo más cerdo que he vivido.
Allá no te hacen pedir plata, uno porque estás en un campus gigante y es difícil salir a la calle, y dos, porque no la necesitan.
Cuando me cambié al Peda, no me mechonearon.
Los jipis de música no mechoneaban como todo el mundo. Les pintaban la cara con témpera, con motivos jipientos, tocaban música y hacían pasearse a los nuevos de la mano por toda la universidad.
Todo terminaba en carrete , asado, o lo que fuera.
Es re buena forma de conocer gente, ahí nacen la mayoría de los apodos que te acompañan el resto de la carrera.
Creo que un tema son los paseos a la playa. Eso siempre me pareció decadente. Tanto jugo junto. Tanta chiquilla en calidad de muerta.
Fco.
A MI ME MECHONEARON PERO LA VERDAD ES Q APARTE DE LA CURADERA q me duro 2 dias,no fue gran cosa ,solo tomar y tomar,lo q si recuerdo es q jamas tuve ganas de hacer lo mismo al año siguiente ,es mas nosotros a nuestros mechones los recibimos en una sede ferroviaria de temuco, cerca de un cerro alli jugamos rayuela larga y corta, mucha musica rica y copete libre disposición ...el resto del año trabajamos pa pagar las deudas de la recepción¡¡
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