Ranking del odio y mal humor de los santiaguinos
Primero fueron las micros, pero a no me importó, porque yo no ando en micro. Luego fue el metro, pero a mí no me importó, porque tampoco ando en metro. Ahora son los autos y la verdad es que tampoco me importa mucho, pero con tanta gente vacunada en la ciudad por los descalabros del transporte, ya nadie puede dejar de advertir un efecto colateral del Transantiago: El odio y el mal humor se están apoderando de las calles.
En una jornada de tacos y conos naranjas, nuestros siempre afables y civilizados automovilistas dejaron de lado sus buenas maneras para al menos prorrumpir en maldiciones a media voz frente al volante. Toda nuestra solidaridad para ellos, que además mayoritariamente van solos en su viaje. Los pobres ignoran que, si compartieran el toco mocho, podrían ayudar a hacer más expedito el tránsito.
Como sabemos que los automovilistas pierden el decoro y se les olvida la declaración de derechos humanos en situaciones muy, pero muy extremas, es bueno que nos esforcemos en canalizar su rabia. Para esto, hemos confeccionado un ranking del odio de Transantiago, para que sepamos bien con quién, por qué, cuándo y cuánto echar puteadas durante esa congestión vehicular que, tal vez, en este mismo instante, haya servido para que captemos su atención.
En primer lugar, proponemos como principales villanos a los empresarios tipo Navarrete, que antes tiraban las micros en manada a la calle y ahora, como las cuidan más que a una hija adolescente guachona, las entran temprano.
En segundo lugar, la gente encargada de la tecnología del sistema, que pasteleó con el software y puso uno menos elaborado que el rally X para monitorear la frecuencia de los buses.
En tercero, las autoridades, que aunque le han puesto el hombro, igual pudieron haber sido más previsoras. Si uno sabe que se le viene una pega cabrona, no puede andar invocando precisamente que la pega era cabrona para justificar sus malos resultados.
Y en la base de esta pirámide para encauzar el odio y el mal humor, incluyámonos a nosotros mismos, los ufanos y distinguidos ciudadanos santiaguinos: los automovilistas que no respetan las vías exclusivas para buses, los que manosean en el metro, los que no pagan en los buses aprovechándose del pánico, los que se suben sin hacer fila, los que se bajan por delante.
No sabemos por qué, pero hay algo de verdad y de optimismo en esa vieja frase de los micreros que ya no hemos vuelto a escuchar: “avancemos por el medio atrás que está desocupado, pues”.
En una jornada de tacos y conos naranjas, nuestros siempre afables y civilizados automovilistas dejaron de lado sus buenas maneras para al menos prorrumpir en maldiciones a media voz frente al volante. Toda nuestra solidaridad para ellos, que además mayoritariamente van solos en su viaje. Los pobres ignoran que, si compartieran el toco mocho, podrían ayudar a hacer más expedito el tránsito.
Como sabemos que los automovilistas pierden el decoro y se les olvida la declaración de derechos humanos en situaciones muy, pero muy extremas, es bueno que nos esforcemos en canalizar su rabia. Para esto, hemos confeccionado un ranking del odio de Transantiago, para que sepamos bien con quién, por qué, cuándo y cuánto echar puteadas durante esa congestión vehicular que, tal vez, en este mismo instante, haya servido para que captemos su atención.
En primer lugar, proponemos como principales villanos a los empresarios tipo Navarrete, que antes tiraban las micros en manada a la calle y ahora, como las cuidan más que a una hija adolescente guachona, las entran temprano.
En segundo lugar, la gente encargada de la tecnología del sistema, que pasteleó con el software y puso uno menos elaborado que el rally X para monitorear la frecuencia de los buses.
En tercero, las autoridades, que aunque le han puesto el hombro, igual pudieron haber sido más previsoras. Si uno sabe que se le viene una pega cabrona, no puede andar invocando precisamente que la pega era cabrona para justificar sus malos resultados.
Y en la base de esta pirámide para encauzar el odio y el mal humor, incluyámonos a nosotros mismos, los ufanos y distinguidos ciudadanos santiaguinos: los automovilistas que no respetan las vías exclusivas para buses, los que manosean en el metro, los que no pagan en los buses aprovechándose del pánico, los que se suben sin hacer fila, los que se bajan por delante.
No sabemos por qué, pero hay algo de verdad y de optimismo en esa vieja frase de los micreros que ya no hemos vuelto a escuchar: “avancemos por el medio atrás que está desocupado, pues”.
1 Comments:
Y si te vas a pie te salen callos...que mugre mundo. Y cuál es la solucion, ¿menos conductores, más autobuses, menos manoseadores, más manoseadoras..?...personalmente creo que lo de las manoseadoras no es tan mala idea, y en últimas, contribuiría a bajar el mal humor de los santiaguinos.
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