Tuesday, July 17, 2007

Estado físico

Con esto de la Rojita, o la Rojaza, como le pusieron a medida que avanzaba el mundial sub 20, un se pone a recordar todo lo que era capaz de hacer antes de cumplir veinte.

Si uno no tenía auto, podía ir de carrete en carrete andando en micro. Hay que imaginarse no más, cómo le iría a uno hoy día en una cita si le dice a la de turno “vamos a ir a comer, después a bailar y después a un after hour. Yo te pago la micro”.

Tal vez uno no podía jugar 120 minutos de fútbol y hacerle cuatro goles a Nigeria en los últimos treinta, pero sí tenía pulmones para hacer el test de cooper, una prueba que hoy reduciría el porcentaje de población sobre los 25 años a la mitad.

Claro que la vida adulta también tiene sus ventajas. Después de los 25, cierto nivel de rendimiento físico mínimo, digamos caminar o subir escaleras, es digno de admiración. Así que ejercitarse sólo un poco lo convierte a uno en un portento.

Y el sedentarismo tiene sus cosas buenas. Están esas maravillas de la creación como los controles remotos, los bergeres y las pantuflas, la cerveza de cuello largo y los cabros de menos de veinte que sudan por uno en el televisor.

Aguante la rojita.

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