Santiago, quererla igual

Entre tanto desastre urbano, nos llega una noticia que no está tan mal. Una reputada consultora internacional puso a nuestra atribulada ciudad de Santiago en el tercer lugar latinoamericano de un ranking de calidad de vida.

No es de extrañar entonces que un grupo de peruanos quiera cruzar el límite a nuestro país por el famoso hito uno. Mientras alguno sólo se preocupan del hoyo 18, hay otros que siguen viendo este valle regado por el Mapocho como una promesa de mejores días y noches.

Había una propaganda facha en los setenta o principios de los ochenta que decía “dale en tu corazón un lugar a Santiago”. Y, perdonando la procedencia de la cita, tal vez eso hace falta, querer un poco más a esta capital a veces fea y a veces aproblemada, pero mucho más cumplidora que otras.

Tal vez, en los peores momentos, habría que recordar cómo luce la cordillera nevada después de la lluvia, pasar el frío y cargar energías comiéndose una sopaipilla en la calle, donde, dicho sea de paso se puede caminar con más tranquilidad que en varias otras urbes del continente y del planeta.

El mismo mal rato que millones de santiaguinos están pasando camino a sus trabajos o de vuelta a sus casas busca, aunque no justifique los errores, que nuestra ciudad sea más limpia, organizada y segura. Es verdad que esto no exime a quienes no han cumplido con sus promesas, tanto en el área privada como en la pública, pero tampoco es como para perderlo de vista. Los apretones y las esperas de hoy pueden dar paso a la comodidad, seguridad y eficiencia de mañana.

Santiago es como un hijo adolescente o un padre mañoso, impredecible, veleidoso, amurrado y feo, incluso, pero hay que quererlo igual. Sigamos pegados en lo malo, sigamos quejándonos, pero también sintámonos orgullosos de lo que hemos avanzado.

Hace falta que un poeta iluminado cree un canto de amor a la pequeña, provinciana y a veces gris, pero empeñosa ciudad de Santiago. Al menos acá sentimos que hace falta.