Tuesday, April 10, 2007

El tesoro de la juventud

Antiguamente, sobraban razones para pensar que no había peor edad que la juventud.

Entre las molestias del desarrollo corporal y la cruel necesidad de buscarse una identidad, uno lo pasa realmente mal. Cuando no son las espinillas, es el cambio de voz, cuando no son las espinilla es el desarrollo sexual que se adelanta o se atrasa.

Salvo un par de hombres y mujeres adolescentes por cada cincuenta que tuvieron pareja asegurada desde el día uno, para el resto de nosotros las relaciones con el sexo opuesto fueron una tortura, si no un misterio. Es muy triste tener que buscar la aceptación de otros. Sobre todo cuando los otros están en el mismo predicamento y no van a andar aceptando así como así a sus pares.

Además, estaba el colegio. Para ir a uno bueno, había que ser de una familia con mucha moneda o ser un genio para acceder a educación pública de calidad. Ir al colegio era una lucha diaria con micreros que no paraban las máquinas ni con miguelitos. Había que cortarse el pelo como te obligaban unos viejos pasados a naftalina que se parecían al profesor de The Wall. Y si ibas a una manifestación y te agarraban los pacos, te echaban a ti del colegio, no a los pacos de su pega, como ha pasado recientemente.

En realidad, varias cosas han cambiado y puede que hoy no sea tan terrible ser joven. Los que tienen pase escolar pueden usarlo todos los días, a la hora que sea, hasta para carretear. A los niños les hacen comisiones para darles la educación que quieren y de ahí sale un proyecto de ley que impide que les exijan requisitos para entrar a cualquier colegio hasta octavo básico y prohíbe que los echen por repetir de curso.

Ahora están pidiendo boleto escolar gratuito para todos y el ministro de transportes accede a analizar el tema con ellos. O sea, tienen cualquier privilegio y, más encima, ¡son jóvenes!

El único consuelo es que ya van a envejecer.

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